Los terroristas han conseguido
ser nuestra obsesión, nuestro centro de atención casi permanente. Y eso es
malo. Terrible que tengan nuestra mente en sus manos.
Hay vida después de ISIS, aunque estos criminales no sepan lo que es la
vida. Y esa libertad que nos queda no puede ser ahora coartada por el miedo e
inseguridad de quienes nos gobiernan cerrando ciudades y calles, acordonándolas
como si fueran cárceles. No podemos estar presos en nombre del miedo. Eso también
les hace felices a los terroristas. Una cosa es la alerta y otra tenernos
inmovilizados.
“¿Qué estará pensando hacer la policía de Bruselas? ¿Detener
a miles de sospechosos? ¿Organizar una caza de brujas? Mal asunto”, plantea
Juan Antonio Giner en twitter.
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