Si el Real Madrid o el Barcelona ganan un partido por los errores del
contrario su público, ciertamente inteligente, sabe cómo valorarlo: tímidos
aplausos.
En cambio, cuando un periodista o su diario dan con un error ajeno lo
explotan hasta la saciedad. Veamos dos casos recientes aunque en las antípodas
por el perfil de sus protagonistas.
Vayamos con el segundo error. El inocente Pablo Iglesias, aunque parezca
tener más conchas que un galápago, en lugar de contar que habían hecho un ‘ERE’en una sucursal de Podemos, deja que alguno de los trabajadores afectados o un
familiar lo filtre a la prensa.
Hace años ya que CCOO y UGT, defensores de los trabajadores, cayeron en
el pecado del despido sin anunciarlo. Por tanto, nada nuevo bajo el sol.
Uno está harto, cansado y asqueado de éstos I. M. o S. no voy a dar sus
nombres, son apellidos televisivos fáciles de adivinar.
No admito un periodista-Pilatos más. Abundan los que se lavan las manos
después de arrojar la piedra.
A ver cuando aparece una información útil para el destinatario, que le
facilite la vida o le oriente para evitar problemas.
La bazofia a cucharadas no puede ser lo que nos venden muchos medios de
comunicación, digitales o no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario