Desde el principio las fases de actuación son previsibles en un negocio que, jaleado por todos los actores, es otra gallina de los huevos de oro.
Como en ‘boom’ anteriores (punto.com, inmobiliarias…) se percibe en las energías renovables un lento repliegue de posiciones (cierres, inversiones ralentizadas) a la par que una expansión descontrolada de consecuencias impredecibles. La conclusión de los expertos es que hay demasiada exposición en un negocio recalentado.
Todo empezó en los 90. Los emprendedores encontraron un nicho de negocio en los huertos solares. Una década después las grandes compañías, tras encargar planes de viabilidad, iniciaron una agresiva política de inversiones, comprando instalaciones en marcha, en muchos casos con fuerte apalancamiento. No tardó en aparecer la primera oleada especuladora. En 2004 los intermediarios se embolsaron 2.000 millones de euros revendiendo concesiones. Por término medio, las reventas generaron en Galicia más de un millón de euros por megavatio de concesión.
Con el mercado en plena ebullición, se inicia el desembarco de las multinacionales españolas: Acciona e Iberdrola Renovables se posicionan mediante agresivas compras (Opas incluidas) como líderes mundiales; Gamesa y Abengoa exportan su tecnología por todo el mundo; Santander y BP crean el mayor proyecto de energía solar de la UE. España es el líder global y modelo a seguir, anuncia el presidente Obama. Pero los americanos ya tienen preparada la estrategia para ser los nuevos líderes mundiales a medio plazo.
Todo parece estar a favor: hay generosas ayudas externas (hasta 49.000 millones de euros contempla el Plan de Estímulo de Estados Unidos) y subvenciones domésticas (30.000 millones de euros se llevan concedidos en España en los últimos ocho años). Además del apoyo financiero y mediático, hay bendición para las ‘energías limpias’. Representan la gran alternativa a las energías fósiles y la solución al impacto ambiental: con su puesta en marcha se evitará la emisión a la atmósfera de millones de toneladas de CO2.
El mercado pese a los cantos de sirena empieza a ver las orejas al lobo: Renovalia, Eolia y T-Solar ralentizan o frenan la salida a la Bolsa para captar nuevos capitales. Iberdrola Renovables, punta de lanza de este negocio (desembolsó 17.100 millones euros por la compra de la británica Scottish Power) alerta sobre la caída de la demanda (4,5% en España en 2009) y de los precios. La crisis de Isofotón, referente de la energía solar, el cierre sorpresivo de las plantas de BP Solar y otras compañías del sector durante 2009, suponen el primer aviso para navegantes: mala gestión, riesgos no calculados, inestabilidad ante cambios regulatorios y jurídicos y acuciantes dificultades de financiación.
El mercado empieza a estar sobresaturado: no hay día que no aparezca en el Borme la constitución de una nueva compañía ansiosa por participar en lo que consideran un lucrativo negocio. Esta proliferación dificulta la supervivencia de las empresas de fabricación de equipos y componentes asociados a estas tecnologías. Los ‘chiringuitos’ de renovables con su aparición perjudican la imagen del sector.
Empiezan a estar claras las líneas rojas que cuestionan el negocio:
La agresiva inversión en Renovables pone en peligro la sostenibilidad financiera.
Las subvenciones/primas deberán recortarse ante el galopante aumento del déficit público.
El cambio de la normativa genera desconfianza e inseguridad en los inversores.
Los desequilibrios entre el coste de producción y el precio perjudicarán al consumidor.
La sobreproducción genera importantes distorsiones.
Actualmente más de un centenar de grandes empresas españolas copan los mercados exteriores. Sólo las seis más importantes han invertido más de 27.000 millones de euros en activos fuera de España. Demasiada exposición para un negocio ‘fácil’ (es una tecnología muy accesible) y con un valor añadido relativo.
El ‘boom’ de las Renovables tiene fecha de caducidad. Se espera la explosión, esta vez lenta y ‘controlada’, de una nueva burbuja.
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