En aquellos años setenta se decía que Sarriko, la facultad de Económicas y Empresariales del barrio de San Ignacio de Bilbao, era
un vivero de etarras. Pero sobre todo se notaba la presencia del EMK
(Movimiento Komunista de Euskadi). Una mañana se corrió la voz de que un
político socialista –entonces el PSOE tenía la aureola de la clandestinidad-
estaba en los pasillos de la facultad.
Rodeado de un séquito y de sus guardaespaldas se presentó ‘Isidoro’, el compañero Felipe González para sus correligionarios. El joven político creía estar en territorio amigo. No debía estar avisado de lo que se le preparaba.
Rodeado de un séquito y de sus guardaespaldas se presentó ‘Isidoro’, el compañero Felipe González para sus correligionarios. El joven político creía estar en territorio amigo. No debía estar avisado de lo que se le preparaba.
No sé si fue espontáneo
o estaba previsto lo que sucedió a continuación, dado que unos pocos activistas conocían con antelación su llegada.
¡Kampora! (¡Fuera!) fue al principio un grito aislado dirigido contra su persona. Cuando Felipe González trató de hablar arreciaron los gritos ¡Kampora! ¡Kampora! mezclados con los ruegos apaciguadores de su gente: ¡Compañeros! Dejarle hablar. Pedimos libertad de expresión.
‘Isidoro’ tuvo que salir por piernas de Sarriko.
¡Kampora! (¡Fuera!) fue al principio un grito aislado dirigido contra su persona. Cuando Felipe González trató de hablar arreciaron los gritos ¡Kampora! ¡Kampora! mezclados con los ruegos apaciguadores de su gente: ¡Compañeros! Dejarle hablar. Pedimos libertad de expresión.
‘Isidoro’ tuvo que salir por piernas de Sarriko.
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