viernes, 31 de diciembre de 2010

Adiós a las penas

   Nada mejor para terminar el año que decir adiós a las penas. Y hacerlo después de interiorizar que del sufrimiento no siempre se aprende.

   A veces se convierte en una obsesión, gota malaya que es condena eterna.


Para ello no hay como seguir los versos del poeta y no dejarse contagiar (tiznar) por la pena, sino levantar a tiempo el vuelo.



Umbrío por la pena, casi bruno,


porque la pena tizna cuando estalla,


donde yo no me hallo no se halla


hombre más apenado que ninguno.


Sobre la pena duermo solo y uno,


pena es mi paz y pena mi batalla,


perro que ni me deja ni se calla,


siempre a su dueño fiel, pero importuno.


Cardos y penas llevo por corona,


cardos y penas siembran sus leopardos


y no me dejan bueno hueso alguno.


No podrá con la pena mi persona


rodeada de penas y cardos:


¡cuánto penar para morirse uno!









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