Desde primera hora de la mañana del viernes estaba nerviosa. Cada poco sonaba el móvil y mediante susurros se comunicaba con su hijo. Horas después supimos la razón. Blanco y en botella.
El ministro de Fomento se quedó tan lívido como su apellido. Los controladores a los que presumía de haber domesticado se la habían jugado. Lo increíble es que nadie -no digo ya el CNI- tuviera bajo vigilancia a un colectivo considerado de 'alto riesgo'. C., madre de uno de los presuntos implicados, estaba al tanto de lo que se cocía, familiares y amigos de otros, también. El Gobierno a verlas venir.
Lamentablemente para ellas estas madres -las de los controladores- serán mentadas demasiadas veces en los próximos días.
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