- ¡Como has envejecido!
- Sois unos malditos cabrones- les respondo desabrido.
Van y se ríen. Ignoran que cuando me lo dicen pierdo pie como si pisara arenas movedizas.
Me siento como un avión con el motor incendiado y ya no levanto cabeza en lo que queda del día.
Ya somos demasiados los que estamos contra las cuerdas, esperando con ansiedad el toque de la campana. - ¡Cállate! No seas aguafiestas – me gritan mis compañeros.
Nunca lo hubiera pensado de ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario