A la hora en que sorbes ruidosamente el vermouth diez civiles han muerto por 'fuego amigo' en Libia. Iban a librarles del mal pero erraron. Ya se sabe que errar es humano.
Mientras saboreas las ostras cae en picado un avión de las fuerzas aliadas. Los tripulantes saltan en paracaídas.
Les esperan milicianos armados. Ya estás por la segunda copa cuando se oye una tremenda explosión en Trípoli. Contemplas el televisor como si vieras una película de guerra. Pero es real, tan real como las ostras que te estás comiendo y el vermouth de este domingo sangriento. A la hora en que tus convecinos salen de misa cae un lugarteniente de Gadafi. Alguien vitorea la muerte. No es un domingo como otro cualquiera. El diablo aparece en la televisión y anuncia venganza. Entonces te acordaste de la correspondencia espístolar que aquellos dos sabios intercambiaron sobre las guerras.
Carta del Dr Freud al profesor Einstein sobre la violencia y la guerra
Dr. Sigmund Freud. Viena, septiembre de 1932
Estimado profesor Einstein:
Cuando me enteré de que usted se proponía invitarme a un intercambio de ideas sobre un tema que le interesaba y que le parecía digno del interés de los demás, lo acepté de buen grado. Esperaba que escogería un problema situado en la frontera de lo cognoscible hoy, y hacia el cual cada uno de nosotros, el físico y el psicólogo, pudieran abrirse una particular vía de acceso, de suerte que se encontraran en el mismo suelo viniendo de distintos lados.
Luego me sorprendió usted con el problema planteado: qué puede hacerse para defender a los hombres de los estragos de la guerra. Primero me aterré bajo la impresión de mí -a punto estuve de decir «nuestra»- incompetencia, pues me pareció una tarea práctica que es resorte de los estadistas.
Pero después comprendí que usted no me planteaba ese problema como investigador de la naturaleza y físico, sino como un filántropo que respondía a las sugerencias de la Liga de las Naciones en una acción semejante a la de Fridtjof Nansen, el explorador del Polo, cuando asumió la tarea de prestar auxilio a los hambrientos y a las víctimas sin techo de la Guerra Mundial.
Recapacité entonces, advirtiendo que no se me invitaba a ofrecer propuestas prácticas, sino sólo a indicar el aspecto que cobra el problema de la prevención de las guerras para un abordaje psicológico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario