Así al menos se deduce del titular de El País de hace un momento (la información que reproduce no es propia si no de agencias). Si la hasta hace poco poderosa nación padece una enfermedad contagiosa, la capital no es nada recomendable.
Es una lástima que los titulares sean tan proclives a crear pánico. Una cosa son las recomendaciones y otra estigmatizar a una población de más de 38 millones de habitantes. Algunas autoridades internacionales juegan con fuego al dar mensajes tan brutales. Es como si el fin del mundo hubiera elegido por donde empezar.
Las alertas están creando un clima irrespirable en un país ya de por si irrespirable. Menos mal que los nipones saben mantener la calma en las circunstancias más extremas. Un país tan bello y moderno no puede ser borrado del mapa porque bajo sus pies se asiente parte del infierno en la tierra. Ciudadanos acostumbrados al horror -ya saben lo que que hablo y que pasó exactamente hace 66 años- no se derrumban ante esta gran hecatombe.
La expansión de la onda radiactiva de momento es más virtual que real. Los japoneses al parecer están tomando las medidas de prevención adecuadas para evitar males mayores. Las pastillas de yodo se reparten con normalidad sin que se haya detectado un mercado negro. Otro indicador de que está población está más sana de lo que parece.
Un diario nada sensacionalista y más bien ecuánime y equilibrado como La Vanguardia dejaba este recuadro en su portada digital hace un momento
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