La Comunidad sefardí en España calla, le maldice o murmura entre dientes. Netanyahu, el primer ministro -su rostro es odio en estado puro y más contagioso que el ébola-, sube en los sondeos y merece obediencia divina. Cada niño palestino, vilmente asesinado, hincha su despreciable orgullo y le acerca a su tierra prometida. Cuando un padre-dictador (Netanyahu) traiciona vilmente a su familia (el daño de Netanyahu al pueblo judío es ya irreparable) la espiral de violencia no se detiene. En España, al igual que en los EEUU de Obama, mandan los ungidos como judíos (el judío verdadero detesta la violencia) y los Gallardón, Rajoy y compañía cumplen obediencia debida.
Nada avergüenza más que el silencio, tanto del Gobierno como de la oposición, excepto IU y otros grupos no amantes del bipartidismo (de España). La masacre en Gaza está documentada por los médicos (hoy periodistas en primera línea) que no callan ante las atrocidades de los sicarios de Netanyahu. “Estamos consternados por el ataque militar contra civiles en Gaza bajo el pretexto de castigar a los terroristas. Este es el tercer asalto militar a gran escala contra Gaza desde 2008. El número de muertos es soportado principalmente por personas inocentes, especialmente las mujeres y los niños”.
La Comunidad sefardí en España calla, mientras gastó millones de euros para que Eurovegas viniera a España. El ministro Gallardón no sólo calla sino que pide perdón por el daño causado a los judíos expulsados por la Inquisición. El lobby judío elige amigos y enemigos, según estén a favor o denuncien su política de exterminio. Hace tiempo que los Hatchuell y cía se lamentan de un posible boicot. Esta vez se lo han ganado a pulso. No pagarán ellos –fortunas multimillonarias- lo harán los judíos de a pie, esos seres humanos que predican la reconciliación y son repudiados por los de su casta.
(He escrito con el corazón y no con las vísceras de Netanyahu: es la diferencia entre la tolerancia y el brutal exterminio).
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