jueves, 30 de junio de 2011

El saqueo de Grecia


   Hubo una época en Grecia en que los mendigos eran todos forasteros. Ahora los griegos en su mayoría caminan hacia la indigencia.

   “Los habitantes de Zante son un pueblo especialmente trabajador, un pueblo honrado que vive cómodamente, pues hay mucho trabajo y los mendigos son todos forasteros…”. Zante era en 1806 la isla más rica de las siete islas del estado y así lo testimoniaba Nicholas Biddle, un oficial de marina norteamericano. Su sobrino de igual nombre y apellido llegó a presidir el segundo mayor banco de los Estados Unidos.
   Durante los siglos XVII, XVIII y XIX esta cuna de la civilización europea padeció el saqueo de sus tesoros arqueológicos. En pleno siglo XXI Grecia sufre un saqueo aún más doloroso: el robo del pan y trabajo a las clases medias y humildes.

-          ¿Cómo se declaran ustedes?
-          No culpables, señoría.
-   Les condeno a pagar durante toda su vida, la de sus hijos y sus nietos la deuda acumulada.
-   Ustedes no han hecho los deberes- añadió pomposamente el economista pedante mientras el asesor de comunicación (autor de frase tan afortunada) asentía sonriente.

Ya en la obra Esquilo de Orestes, Lucrecio cuenta haber visto “corazones apesadumbrados en todos los hogares; acosada por incesantes remordimientos, la mente era incapaz de aliviarse y se veía forzada a desahogarse mediante lamentaciones recalcitrantes” Ayer mismo en Telemadrid una griega confesaba desafiante mirando fijamente a la cámara: “Nunca pagaremos la deuda, que lo sepa toda Europa”. Las lamentaciones de los no culpables son continuas. Lo malo es cuando aparecen análisis simplistas de reputados expertos como Andrei Shleifer, catedrático de Economía en Harvard; quien llega a afirmar que la actitud de Grecia es como la de un niño al que se le deja de repente la Visa de papá y se va por la ciudad de compras: evidentemente todos quieren venderle algo”

   Tampoco son buenos los reportajes que insisten en remachar los clavos del ataúd para que no haya escapatoria, como el que sigue

“Cuesta encontrar a un griego que no vea una mano oculta detrás de la catástrofe, y aún más a optimistas que crean en el milagro de la recuperación: con una deuda de 340.000 millones de euros, hasta los bebés recién nacidos deben 30.000 euros por cuna”. Como Irene, funcionaria, votante del Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok, en el Gobierno) y con un hijo de 18 años que le dice: "No tengo sueños, no tengo futuro. ¿Cómo voy a vivir así?". Y la redactora de El País da la tercera en la frente: “Un país en ruinas. Mucho nihilismo, apenas disimulado por la fuerza inerte de la masa. El pesimismo de los griegos es mucho más que un ataque de indignación. Es el mismo sistema el que hace aguas”.

   Desde la agencia rusa de noticias Ria Novosti no miden la desigualdad, hasta el punto de que hablan de los errores cometidos por el griego de a pie, que está al borde de la bancarrota, “no tienen la menor intención de pagar ni por errores propios (que sí que los hubo) ni por los ajenos (que eran mucho más numerosos que los propios…”


o se puede ir a
para ver las razones de la protesta

Con los datos en la mano un experto muy valorado llega en un diario económico a esta desoladora conclusión:
“La sociedad griega debe asumir que ha vivido a crédito durante una década y el crédito se ha acabado. Solo hay dos opciones: o el proceso de desendeudamiento es ordenado y con el apoyo financiero de sus socios o es desordenado, como en Argentina en 2001 o en Islandia en 2009. Los griegos piensan que han tocado fondo pero aún pueden escarbar. Grecia sigue teniendo un déficit por cuenta corriente próximo al 10% de su PIB. Si optan por el camino desordenado su consumo privado aún tiene margen para alcanzar el desplome del 25% que tuvo en Islandia. Eso significa más paro y más pobreza, incluso extrema, falta de medicamentos, etc. Que la alternativa a Papandreu sea un político que estaba en el Gobierno que ocultó las cifras en 2007 indica que los griegos aún no han entendido nada”. 
Se puede leer en

El mensaje machacón de los medios insiste en culpabilizar a los pobres ciudadanos, un ejemplo es el que sigue: En última instancia, la experiencia griega muestra el carácter inviable de pretender vivir eternamente por encima de las posibilidades recurriendo al dinero ajeno”. La culpa no es de los mercados sostiene este experto que ejerce a pecho descubierto de abogado del diablo:

¿Culpables? los depredadores (no hace falta nombrarlos) y aquél gabinete griego que maquilló las cuentas. 
¿Víctimas?: el pueblo llano.

Como argumenta Vicenç Navarro

Este endeudamiento del estado griego es beneficioso para los bancos y también para los ricos que no pagan impuestos, forzando al estado a endeudarse aún más. Pero es también beneficioso para los ricos y para los bancos extranjeros, pues el estado se siente en la necesidad de privatizar sus propiedades (a unos precios irrisorios) con lo cual vemos una enorme demanda de euros por parte de bancos de inversión para comprar tales propiedades”.

   La historia se repite. Si el rapto de Paris de la bella Helena prendió fuego a Europa y Asia, el expolio de los ahorros de la clase media y su empobrecimiento ha avivado de nuevo las llamas…

miércoles, 29 de junio de 2011

Frustrados que se vuelven violentos y asesinos



   Donde antes había unas relaciones cordiales, empiezan a producirse fuertes encontronazos entre padres, hijos, abuelos…Y en medio siempre estará el desempleado, una bolsa de nervios a punto de estallar.  Un parado madrileño, I.S. lo reflejaba así en la carta dirigida a  un gratuito madrileño: “Yo era el padre de una familia normal, con tres hijos, el mismo trabajo después de 26 años de antigüedad y el piso pagado. A los 50 años me quedé sin trabajo. Mi mujer empezó a desenterrar problemas, algunos de 12 años atrás. Yo hacía todo lo posible por solucionar lo que estaba a mi alcance, pero sólo me estrellaba contra un NO permanente de mi mujer. De pronto supe que estaba consultando un abogado y preparando la separación. Ahora formo parte de otro hogar roto con tres hijos sin rumbo fijo y algo desequilibrados…” Una dramática confesión en la que se refleja el infierno vivido junto a sus familiares y en la que deja entrever la urgente necesidad de asistencia psicológica.
   Este padre frustrado es un ejemplo del nivel más suave que padece un parado…
   Las formas de reaccionar en una situación límite son diferentes y en las mismas influye mucho la cultura y educación de cada país. Mientras en España se lleva la protesta a la calle –con más de mil concentraciones contabilizadas en 2009- en Francia más drásticos optaron ese año por el secuestro temporal de empresarios. Los trabajadores de la multinacional japonesa Sony en Pontox-sur-l'Adour (suroeste de Francia) retuvieron durante toda una noche al presidente y director general de la empresa, Serge Foucher, descontentos con el importe de las indemnizaciones por el cierre de la fábrica. Ese mismo día, el director de la fábrica de la multinacional alemana Continental en Clairoix (norte de Francia), Louis Forzy, salió corriendo ante los insultos y la lluvia de huevos que le lanzaron los trabajadores, ante quienes justificaba el cierre de la planta. Son dos ejemplos de que la crisis radicaliza los conflictos sociales, pese a que Francia resiste mejor que sus vecinos. "Hacía 18 meses que manteníamos una lucha pacífica y que esperábamos respuestas a nuestras preguntas, pero hemos tenido la impresión de que se reían de nosotros. Entonces, hemos decidido no dejar salir al patrón", declaró un empleado de la planta de Sony a Le Journal du Dimanche.

   Cuatro directivos de la firma Scapa fueron retenidos por los trabajadores desde el martes por la noche hasta el mediodía del miércoles en el cuarto episodio similar que se produce en las últimas semanas en Francia. Antes, fueron secuestrados el presidente de Sony Francia en las Landas, el máximo dirigente de 3M en Pithiviers (sur de París) y cuatro ejecutivos de Caterpillar en Grenoble. La proliferación de estas acciones ha levantado una viva polémica en Francia después de que la excandidata presidencial del Partido Socialista (PS) Ségolène Royal declarara que, aun siendo ilegales, permitían a los asalariados, “debilitados, pisoteados y despreciados”, hacerse oír. Royal fue secundada por la primera secretaria del PS, Martine Aubry .“En ningún caso las violencias que atentan a la libertad de circulación de las personas pueden ser justificadas, pero hay momentos en que la violencia social, la brutalidad, explican que se llegue a esto”, dijo Aubry. Un sondeo de urgencia realizado a raíz de estos conflictos por Le Parisien, arroja un dato revelador: el 55% de los franceses justifican a los trabajadores que retienen a empresarios. Y de los secuestros de patronos a las amenazas. Los 366 trabajadores de New Fabris, compañía fabricante de piezas de automóvil, situada al noroeste de Francia, amenazaron con volar la fábrica si no se les indemnizaba. “Hay fenómenos de revuelta que no habíamos visto desde hace una treintena de años”, confesaba Bernard Vivier, director del Instituto Superior del Trabajo.
   En el país vecino ha cobrado auge el ‘Movimiento de Parados y Precarios en Lucha’. Su método es simple: se citan un grupo en un supermercado grande (preferiblemente en hora punta, lleno de gente). Abarrotan los carritos o las cestas de productos básicos y a la hora de pagar acuden en masa a las cajeras y se niegan a soltar un euro. Discuten con el gerente del establecimiento, argumentan que la comida no es para ellos, sino para grupos de parados o de personas sin recursos. Mientras tanto, paralizan la cola, con lo que la clientela que aguarda se impacienta (y el gerente más, que ve peligrar el negocio). Al final, les dejan ir con el producto gratis para no complicar las cosas, sin llamar a la policía. En París ocurrió el día de nochevieja, en el Monoprix del Fauburg Saint-Honoré. Fue el golpe más audaz. Se citaron una cincuentena de activistas. Llenaron 13 carritos de bolsas de arroz, de botellas de aceite, de leche, latas de atún y de tomate; pero también de foie-gras, de salmón ahumado y de botellas de champán, productos típicos de cualquier cena de Nochevieja en Francia. Después se presentaron de golpe todos en la zona de las cajas y las bloquearon al negarse a pagar. Discutieron con el encargado y los empleados durante unos minutos. Todo duró media hora. “Las campañas de movilización por los derechos sociales ya no funcionan, y por eso hay que buscar formas de solidaridad más concretas, sobre todo ahora con la crisis y la degeneración de las condiciones de vida y de trabajo”, explicaba al periódico Libération uno de los participantes. Algunos los han bautizado como los ‘Robin Hood de los supermercados’.
   En España la crisis ha propiciado un nuevo tipo de robos que llevan a cabo aquellos que tienen problemas para poder comer. Este tipo de robos se han denominado 'hurtos famélicos', en acepción de El Correo Español- El Pueblo Vasco...

Los negocios de Elsa Pataky

   Elsa Lafuente Medianu (popularmente conocida como Elsa Pataky) ha formado compañía con Fernando Sartorius el entrenador personal de Salma Hayek, Mar Saura y la propia actriz.

PATAKY SARTORIUS SL pretende ser una máquina de hacer dinero con todos aquellos que quieran mantenerse en forma. No hay más que leer los objetivos que persigue la sociedad que administran estos dos famosos.


El propio Sartorius como coach ha lanzado libros como 'Ni un kilo de más'. (Ampliaremos información ante la demanda de la prensa del corazón)

martes, 28 de junio de 2011

Hessel no es el camino


   Creo que la prensa que le está elevando a icono a Stéphane Hessel no cumple con su cometido de servicio. 

   "La llamada opinión pública es la suma de lo que se le ocurre a quienes, en esos minutos, pasan ocasionalmente por la esquina elegida, y conforman el mínimo universo de una encuesta que, sin embargo, saldrá a grandes titulares en los diarios..." , así la definió Ernesto Sabato en La Resistencia (Seix Barral, pag. 86). Y la suscribo. Antes del libro de Hessel mucha gente se movía en la calle, pero no encontraba como soltar la ira. En las acampadas del 15 M no he visto su libro en la mano como si fuera el libro rojo de Mao, ni tampoco el tan citado !Reacciona¡ A la gente el cuerpo le pide protestar y más la cabeza sin necesidad de oráculos. 
Flaco favor a Hessel, creo que le hacen los medios que, además de icono, pretenden convertirlo en una marca.

   Y pese a lo que aquí mantengo, a Hessel soy el primero en tributarle admiración. Mucho se ha contado de su pasado en la Resistencia contra el nazismo, pero pocos saben (o muchos ignoran) que en 1996, cuando la iglesia parisina de Saint Bernard fue ocupada por emigrantes "sin papeles", este venerable anciano fue el mediador ante las autoridades francesas. Es más, Hessel fue mediador dos años antes entre hutus y tutsis en Burundi. No hace falta recordar este genocidio. Sin hacer tanto ruido como los grandes medios de la capital, el 25 de enero de 2009 la periodista Miren Hualde entrevistó a Hessel en Bilbao al ser galardonado con el Premio Unesco.  Y ahí confesó: "otra de las cosas que me hace ser feliz es que adoro la poesía y mi memoria me permite aprender muchos poemas, y recitarlos por la noche, para mí mismo o para mis amigos. El verdadero Hessel es más cercano. Creo.

domingo, 26 de junio de 2011

Sé feliz


   Frenó ante el semáforo en rojo. Giró la cabeza hacia la izquierda, fuera de la ventanilla, y se quedó mirándolo fijamente aunque el sol le restallaba en las pupilas. Sé feliz. Le pareció un insulto el reclamo de aquél cartel publicitario. Incrédulo se frotó los ojos. Una marca de cerveza le acosaba. Perplejo ante la eficacia del mensaje, empezó a tener una sed endiablada, notó un sudor frío que le recorría las sienes. Sé feliz parecían gritarle aquellas letras rojas de un metro de altura. Hacía un calor insoportable -uno de los días más irritantes del tórrido verano- y por un momento creyó degustar en el paladar una cerveza bien fría. Cuando el semáforo lució verde, seguía allí, petrificado, sintiendo que algo le quemaba la garganta. La sed se hizo insoportable. Sin pensarlo descendió del coche pausadamente. Sus pies caminaban como impelidos por un resorte hacia el fatídico eslogan. Atravesó la calzada al tiempo que una furgoneta de reparto alcanzaba los 80 km/h.
- ¡Yonki de mierda!
   Un salto oportuno evitó la tragedia.
   En estado hipnótico se situó debajo del cartel. Levantó la cabeza hacia las letras rojas y esbozó una amplia sonrisa, el labio superior se le cubrió de gotitas de sudor caliente. A las tres de la tarde el termómetro marcaba 40º a la sombra. Era el único peatón en aquella isla de calor. De pronto se le nubló la vista y sintió como aquellas letras se le venían encima. La cruda luz del hospital le devolvió a la realidad. Cuando llegó su mujer balbuceando ¡lo que nos faltaba! aún estaba pálido como la cera. Mientras le cogía la mano, la enfermera que acababa de inyectarle un tranquilizante le informó de la situación.
-          Su marido ha sufrido una fuerte conmoción. Lo encontraron tirado bajo un cartel de Heineken.
-          ¡Dios Mio!
-          No, señora. Estaba inconsciente pero sobrio. El cartel publicitario le cayó encima.
    Cuando abrió los ojos su mujer empezó el interrogatorio.
-          Carlos ¿tú crees que saldremos adelante?
-          Claro, mujer. No lo veas siempre todo tan negro.
-          Lo que tenías que haber hecho era una oposición para Aduanas o algo parecido.
-          ¿Funcionario yo?
-          Sí. Nos hubiera ido mucho mejor. Comeríamos carne todos los días.
-          Un funcionario tardaría tres años en ganar mi sueldo de un año.
-          Y eso que importa ahora. Si te has quedado mano sobre mano. Los funcionarios siguen ahí- calentando o no la silla, con congelación salarial o sin ella- y en cambio tu estás sin trabajo y cada día más idiotizado.
-          ¿Y qué quieres que haga?
-          Buscar trabajo con más ahínco.
-          Mi curriculum está en Internet. Lo conoce medio mundo.
-          Carlos, perdóname, pero creo que no deberías bombardear a todo bicho viviente con tus dotes profesionales. No es una buena táctica.
-          ¿Ah, no?
-          Te lo he dicho mil veces. Tienes que hacerte valer. Dar un golpe en la mesa y decir aquí estoy yo.
-          No están los tiempos como para dar puñetazos.
-          Pues haberlo pensado antes. Si hubieras sido un poquito más condescendiente con tu jefe a lo mejor no te habrían puesto de patitas en la calle.

miércoles, 22 de junio de 2011

15-M : la verdad no necesita multitudes


   
Si una persona cree que sus reivindicaciones son justas, éstas valen tanto, se manifieste en solitario o en multitud. Como anécdota podemos recordar al gélido manifestante solitario del 15-M que envió su apoyo desde un país nórdico.

“La rebelión juvenil surgió cuando nadie la esperaba y desapareció de la misma manera”, escribió Octavio Paz en Tiempo Nublado, pag.15 (Seis Barral/Biblioteca de Bolsillo). Y apostilló: “Fue un fenómeno que nuestros sociólogos aún no han sido capaces de explicar”. Al igual que sucede ahora con el 15-M, demasiado especialista y poco contenido real sobre lo que representa. Y el escritor mexicano dijo más: “en las protestas, declaraciones y manifiestos de los rebeldes no aparecieron ideas y conceptos que no se encontrasen ya en los filósofos y los poetas de las generaciones inmediatamente anteriores. Y dijo entonces (año 1983) Octavio Paz algo que tal vez valga para hoy: “Mi crítica a los partidos comunistas europeos no debe verse como una tentativa para exculpar a los otros partidos. Todos ellos están más interesados en llegar al poder o en conservarlo que en preparar el futuro. Ninguna idea de cambio los anima ni representan nada nuevo en la historia de este siglo. Su idea del movimiento es el vaivén de los bandos, el quítate tú para ponerme yo”. El ejemplo inmediato lo tenemos en Extremadura con la pinza de IU/PP. Un pacto ante el que el ciudadano vuelve con la misma reflexión: “todos los políticos son iguales”. Reconoce sin embargo el escritor merxicano “que no sería honrado ignorar los grandes beneficios que han logrado los trabajadores y la clase media en los últimos 40 años” (pags 24/25). Y en busca no de beneficios sino de la recuperación de sus derechos más elementales se mueven los del 15-M. Da igual que lo haga uno/cinco/diez…La razón está de su parte. Ante la desigualdad creciente hay que moverse con celeridad e ir ocupando espacios.

domingo, 19 de junio de 2011

Mi vida pende de un hilo


      Mi vida pende de un hilo. ¿Y la de estos idiotas?

   No sé como describir lo que hay detrás de estos cristales. Los veo a ellos y ellos me ven a mí. La barquilla golpea contra el cristal empujada por el viento y al principio se asustan. Luego se van acostumbrando a verme al otro lado, suspendido en lo alto, con el vacío a mis pies. Y así los voy conociendo. Pero no a todos. Son demasiados. Me turno con mis compañeros para limpiar cuatro rascacielos. Encontré el empleo al responder a un curioso anuncio: “Busco escalador para edificios inteligentes”. A entrar la primera vez en uno de los edificios me sentí abrumado por ese control invisible que ejerce sobre tus pensamientos. El jefe me recibió en un pequeño despacho de su propiedad.
-          ¿Cuándo empiezo?
-          Ahora mismo. No me gustan los perezosos.
   Me puse un mono y me encontré llevando el instrumental de limpieza, un kit completo en el que va un auténtico limpia cristales unger con labio de goma, con articulación para prolongaciones y tubos telescópicos, un rascador, un cubo, el jabón y una bombona de agua. Subo con el jefe en la barquilla y nos paramos frente a un amplio ventanal.
- Hazme una demostración.
   Cuando termino el ventanal brilla tanto que los de al lado parecen opacos. El jefe expresa su satisfacción.
- Sólo quería comprobar que no estaba ante un nuevo engaño. Antes que tú entrevisté a un par de candidatos. Pero de limpiar nada. Sólo querían el empleo. Por la cara. Uno vomitó cuando le subí a lo más alto.
   Me cae bien el jefe. Es sincero y eso va conmigo.
- No te voy a ocultar que tengo un contrato. Prorrogable. Estos edificios deben ser los más limpios de la ciudad. En tus manos lo dejo.

   En la vigésimo séptima planta de la que estoy colgado hay mucho ajetreo. Un centenar de empleados dejan presurosos los despachos en los que meses antes entraron con paso triunfal. Con las prisas se empujan y tropiezan en los pasillos. Llevan sus pertenencias como traperos en cajas de cartón sujetas con cinta aislante. Desde la central de Nueva York han recibido la orden fulminante. Hay que desalojar antes de que entre a registrar la policía. Se hace de noche. Salen cabizbajos. Los vigilantes les cachean delante del jefe de personal. Los despachos no tardan en ser ocupados por otros ejecutivos con empuje. En las paredes cuelgan su master, sobre el escritorio colocan la foto de familia. Todos felices tras el marco de cristal pulido. Aunque ellos no lo saben me hago apuestas de lo poco que durarán en sus puestos. Mientras dictan cartas y descuelgan teléfonos ven a un tío con un mono blanco que se balancea con un casco con linterna ante los amplios ventanales. Estoy en el turno de noche. En el ático un broker, con tirantes rojos y camisa de seda, apoya los Lotus de 250 euros sobre la mesa, brillan insultantes. En un mes gana el sueldo de los treinta becarios que se apiñan en la cuarta planta, en la que comen y a veces duermen para no perder la plaza que se disputan como perros de presa.
-          ¿Cómo va la Bolsa?
-          Subiendo, amigo.
   En la pantalla de su ordenador una flecha azul se dispara. Agita el whisky y brinda a la estrellas. Me despido de este loco ambicioso y desciendo lento y elegante como una araña que se descuelga del hilo invisible. En la cuarta planta hay una secretaria triste y desangelada. El pelo lacio le oculta la mitad de la cara. Al verle las ojeras formando un círculo infernal en torno a sus bellos ojos, odio a su ex. La recogía todas las tardes con grandes risas hasta que dejó de venir. Golpeo su ventana para hacerle el día más llevadero. Levanta la cabeza del escritorio y me observa.

    En ese momento empieza a llover. Es una lluvia fina y le entra una pena inmensa. Y la pena comprendo que es por mí. En los días de lluvia y viento cuando ve balancearse la barquilla -sujetos los cables que cuelgan paralelos únicamente por dos ganchos a la cornisa del edificio- va y se prepara una tila. Sorbe el líquido amarillento que le gotea sobre la falda sin dejar de mirarme. No se habrá dado cuenta este imbécil de que va a descargar tormenta, las nubes negras y grises lo anuncian, y además, me digo, para qué frota con tanto ahínco si los cristales van a quedar más sucios todavía. Me pone enferma que sea tan inconsciente. En cuanto un golpe de aire voltee la barquilla quedará colgando del arnés boca a bajo como un pollo a punto de ser decapitado.
   Una racha de viento balancea la barquilla. Los cables se tensan en cada embestida. Tanteo con los dedos el arnés de seguridad. Las farolas cegadas por la lluvia le dan un aire fantasmal al complejo de oficinas. Desde el interior la secretaria me hace señas imperiosas. Parece que vaya a darle un ataque. Arrecia la lluvia y el agua entra a raudales en la barquilla. Varios rostros pegados a los ventanales me contemplan. En algún momento cruzan apuestas. De pronto la barquilla se descuelga en lo que parece una caída sin fin. El cable se tensa y quedo colgado boca a bajo, la cabeza a ras del suelo. El mundo al revés. Alguien se acerca corriendo con un chubasquero en la mano, el cabello le chorrea, chapotea hasta llegar jadeante a mi lado.
-          Hay que estar chiflado. No te has matado de milagro.
La secretaria triste y desangelada, el rimel corrido, me ayuda a soltarme. Me recluye en su despacho.
-          Me da cosa verte al otro lado.
-          Eres demasiado sensible. No debes preocuparte.
-          Te traeré algo para que te seques –dice solícita al percibir mis temblores.
  
   Un ligero tabique separa su mesa de trabajo del despacho de su jefe que está de viaje. Me trae una toalla, café con una galleta y trata de mostrarse animosa. Pero hay mujeres que nacen tristes y no te molestes en cambiarlas. Toda tu vida lo lamentarías.
-          ¿Por qué te veo siempre tan apagada?
-          Soy así.
-          ¿De nacimiento?
-          Tomate el café y déjame que tengo trabajo atrasado.
-          Lo tuyo tiene cura.
-          Lo primero hay que tener ganas de salir.
-          ¿Y tú las tienes?
-          Sólo cuando te veo.
   Me lo ha dicho tan de sopetón y ruborizándose que al sorber el café me abraso los labios. Me acompaña hasta la calle y se despide con su habitual tristeza. Esta chica no tiene arreglo.
   A la mañana siguiente veo tras la ventana a Moussa, el senegalés, muy atareado Moussa es el encargado de ir abriendo los despachos y de dar las luces, además revisa los baños y cuida de que no haya un papel en el suelo. Lleva tres años en la compañía. Llegó por mar. Cinco de sus compañeros murieron, entre ellos una mujer embarazada y un chiquillo que ese día cumplía tres años. Trataba de hablarme en un francés que yo no entendía, mientras barría con diligencia todas las dependencias. Cobra un sueldo de miseria que reparte con una ETT. Pero es feliz. En su cabeza todos los días es fiesta.
  Tras dar las luces del despacho abre la ventana y me saluda. Es alto, fuerte y tan animoso que parece que fuera a abrazarte a cada momento.
-          Moussa has tenido mucha suerte.
-          Me han dado mi oportunidad y estoy agradecido.
   Con la última calada del cigarrillo tiene los ojos llorosos.
-          Un día me llevarás contigo a lo alto.
-          Me lo tienen prohibido. Pero te prometo que haré la vista gorda.
-          Quiero ver el todo Madrid.
-          Lo verás. Te lo aseguro.

      Al clarear distingo abajo un corrillo de gente. Alguien agita los brazos mientras los demás asienten con la cabeza. Luego desenrollan una pancarta. Los trabajadores de una compañía llevan dos meses sin cobrar. Hoy ha llegado uno de los jefes de sección a la oficina. Le acompañan su mujer y sus dos hijos con mochilas a la espalda. Los empleados les hacen corro, él es muy querido. Pronto le llega aviso al director. No tarda en aparecer con una radiante sonrisa. El recién llegado ni se digna a mirarle e ignora la mano tendida. El director se aleja cabreado.
  Tras consultar con su mujer y los niños, el jefe de sección abre la mochila más grande. De su interior se despliega como un gigantesco globo una tienda de campaña. La familia decide acampar en la moqueta hasta que el padre cobre los atrasos. No tarda en aparecer una pareja de vigilantes.
-          Aquí no se puede acampar – le advierte el que parece más despierto que se acerca levantando los brazos y girando las manos.
-          Ni se te ocurra tocarme.
   El jefe de sección manda entrar en la tienda a su mujer y a los niños y tras hacerlo mira desafiante a los vigilantes y cierra la cremallera. Los vigilantes apoyan las posaderas en una columna y esperan. El más espabilado saca un crucigrama y tras pensar un rato larga una pregunta a su compañero.
-          A ver si aciertas esta. Empieza por d y termina en o, tiene once letras.
   Tras pensar un rato el compañero se rinde.
-          Déjalo. Para mi es muy difícil.
-          ¿La sabes tú?
-          Está chupado.
  Los gritos siempre preceden a la jovencita que nunca llega a su hora. Entra corriendo -discutiendo con el conserje que bromea y le cierra el paso a los ascensores-, la bolsa de Zara golpeándole las rodillas; en su interior el taper oculto por una revista, la botella de agua y una manzana. Todas las mañanas para el despertador y se queda dormida hasta que los discretos golpes de su madre en la puerta la sacan del más dulce de los sueños. Se despereza y escucha la válvula de la olla expres girar y silbar expulsando el vapor que escapa por la ventana entreabierta. En la radio la voz grave del locutor da las siete. Lo sentimos hoy tendremos nublado, la temperatura apenas alcanzará los ocho grados.¡No saquéis más coches! Las vías están colapsadas.
-          Hija, date prisa. Se te echa encima la hora.  
  Ante el espejo se marca la línea de las cejas con un lápiz de punta fina mientras en la radio suena una canción melódica. Se abre la puerta y su madre asoma la cabeza para recordarle que se hace tarde. Como ha envejecido mamá. Sólo han pasado unos meses desde que papá la dejó por una jovencita de mi edad y ya no parece la misma. La madre se aleja arrastrando las zapatillas hacia la cocina. Apaga el fuego, deja que se enfríe la olla, quita la válvula disparándose en un largo silbido hacia el techo el vapor aprisionado, la desenrosca con gran esfuerzo, la destapa y se felicita de lo bien que huele.
-          Hija, hoy llevas unas lentejas con chorizo de chuparse los dedos. En cuanto se enfríen un poco las meto en el taper. Te pongo también una manzana que en la tele dicen que tiene mucha fibra.
-          No me agobies, mamá. Ya no soy una niña.
-          Para mí siempre serás mi niña del alma- la abraza como si no fuera a verla nunca más.
-          Mamá, suéltame que es tarde.
   La jovencita deja su casa en el extrarradio y baja corriendo al metro. Últimamente funciona con retraso. Continúas paradas y silenciosas y tensas esperas en el túnel. Cuando se vuelve la luz y coge asiento saca la revista de moda y oculta el taper con un pañuelo. Le da vergüenza que alguien descubra que come en la oficina. La primera vez que la sorprendí tras el cristal, comiendo a sus anchas en un despacho libre, utilizando como mantel el periódico del día, casi se atraganta.
-          Menudo susto me has dado.
-          No lo pretendía.
-          Noté una sombra en la ventana y casi me da un infarto.
-          La próxima vez silbaré para avisarte de mi presencia.
   Cierro la ventana y la dejo mordisqueando la manzana. Desciendo. Empiezo a tener hambre. Mucha hambre.
   Esta mañana he visto cómo se abría la cremallera de la tienda de campaña. El jefe de sección y su familia, tras mirar a uno y otro lado y comprobar que no estaban los vigilantes, han empezado a sacar botellas de leche, bolsas de café, Cola-Cao, la cafetera, mantequilla, mermelada y bollería del hipermercado. El cabeza de familia ha abierto su despacho y han entrado en tromba.
-          Papá, a las nueve y media empieza el colegio –le recuerda el más pequeño.
-          Hoy os tomaréis el día libre.
-          Pero, papá, tengo un examen.
-          No te preocupes que ya te lo harán otro día.
-          Tus hijos tienen obligaciones – le recrimina su mujer.
-          Cariño, hay que estar a las duras y a las maduras. Así entenderán porque no llega el dinero a casa.
-          Papá, yo estoy contigo, – le dice el mayor que disfruta de la aventura.

   Hay días en que el ajetreo es insoportable. Es un ir y venir, entrar y salir continuo de empleados y visitantes, se colapsan los ascensores, se bloquea las centralitas telefónicas. Cuando todo me supera me refugio en la azotea. Me gusta ver cambiar de color los edificios según los va rodeando el sol. Los cristales se vuelven tornasolados como el papel. Los empleados se transfiguran y dejan de ser humanos. Me llega un aroma a tabaco y descubro a Moussa que sestea, los ojos semicerrados, el cigarrillo casi apagado entre los dedos, mientras tararea canciones de su lejano país.
-          Tu cansado, hermano.
-          Un poco harto, Moussa. Hay días que no deberían estar en el calendario.
-          Y que lo digas.
-          No le des más vueltas. Tú estás vivo. Es lo que cuenta.
-          Claro, hermano. No hace falta que me lo recuerdes.
-          Perdona.
   Un día me tocó limpiar una zona lúdica. Iban a celebrar una fiesta y debía quedar como los chorros del oro. Estaba colgado afuera cuando empezaron a llegar los invitados. En el interior estaba dispuesto el escenario para el cocktail. Largas mesas adornadas con flores y repletas de canapés, los camareros de elegante smoking firmes y a la espera. Mae, la jefa de protocolo, una americana con la que practico inglés, paseaba nerviosa revisando la sala para que todo saliera perfecto.
-          Nos jugamos el futuro – me susurra al oído.
   Luego me enteré de que la fiesta era un reclamo para que un importante cliente firmara un contrato multimillonario, del que dependía la supervivencia de la empresa y los empleos de los que paseaban nerviosos mordiendo panecillos de caviar y sorbiendo Möet Chandon.
   Días después me la crucé en un pasillo.
-          ¿Han firmado?
-          Un contrato de este calibre no se firma de la noche a la mañana.
-          ¿Lo celebraremos?
-          Eso espero.
   Con depresión y un bebé. Así se presentó Rosa, una chica que trabaja por horas en un cubículo de la décima planta. Tiene un rostro en el que no asoma la sonrisa ni cuando te habla de su único hijo. Como si tenerlo fuera pecado.
-          Ha venido al mundo en el peor momento.
-          ¿Cómo puedes decir eso?
-          Es lo que siento.
-          Rosa, esa actitud no te ayudará. Ni a ti ni al bebé.
-          No veo salida.
-          Las crisis pasan.
   Rosa camina sobre cristales. Antes de venir aquí conducía una furgoneta en una urbanización, la dejaba en medio de la calle y corría a colgar las barras de pan de la puerta de los adosados. Una vez no puso el freno y el vehículo se le fue cuesta abajo, hasta una rotonda en donde quedó destrozado. Dejó ese trabajo por los nervios. Todas las mañanas tenía que burlar a un perro que gruñendo no le dejaba colgar el pan. O discutir con una vieja aburrida que le cerraba el paso para explicarle como se hacía el pan crujiente. Le daban cuatro duros y lo dejó por otros cuatro.
-          Hoy me han dado el ultimátum.
   Sabía lo que iba a venir después. Así que la he dejado hablar y hablar hasta que un torrente de lágrimas le ha cortado la palabra.
-          Mujer, algo se podrá hacer – trato de aliviarla.
-          Los bancos no perdonan.
-          ¿Y el bebé?
-          Se va con mis padres. Yo no puedo mantenerlo.
    Uno de los paneles de cristal contiguo al que estaba limpiando se ha descolgado y ha caído a la calle. A punto ha estado de rebanar el pescuezo a los que pasaban debajo. Algunos transeúntes han tenido que ser atendidos por los cortes. Con mis manos podía tocar parte del hueco dejado por el panel, de milagro no me ha golpeado en su caída.
-          Te dije que era muy peligroso.
-          Ha sido mala suerte.
   Me mira con sus ojos tristes, agita la bolsa de tila y profetiza:
-          Estar colgado ahí fuera, tarde o temprano tendrá consecuencias.