sábado, 12 de noviembre de 2011

Si aciertas te creerán Dios

   ¿Hay luz al final del túnel o este se volverá más oscuro y tenebroso? Adivinar lo que se nos viene encima en estos tiempos es una tentación incontrolable. Y cuánto más grande es la predicción que lanzas más cerca estás de ser omnipotente. Si aciertas te creerán cercano a Dios, algunos el propio Dios...
 Pero si fallas te arrojarán a las llamas del infierno. 
   Durante los últimos años asistimos, sin pestañear ni derramar una lágrima, a un baile incesante de indicadores económicos contradictorios que, primero, ofrecen un sombrío panorama y, luego, expectativas de mejora. Algunos dicen de estos indicadores o señales que son las mentiras encabalgadas en la crisis. Para ser más suave los califico de falsos espejismos. En España llevamos unos cuantos y no hace falta que los recuerde para no amargaros el día. Todos queremos saber que nos deparará el futuro. 
   En este final de 2011  me atrevo a recordar a Nouriel Roubini, que así se llamaba este santo que profetizó la crisis mundial. Lamentablemente Roubini predicó en el desierto y el mundo está pagando las consecuencias de no haberle escuchado. Si a Roubini lo podemos encuadrar en la categoría de los profetas mayores, conviene no hacer de menos a los profetas de andar por casa. Es el caso de Edward Hugh, un profesor a tiempo parcial, en la edad de la jubilación y afincado en Barcelona, cuya figura ha glosado nada menos que el NYT. Durante años, nadie prestó atención a las advertencias de este británico y economista autodidacta que predijo desde un cibercafé (enviando cual lunático un mensaje tras otro al FMI y otros poderosos organismos) que la zona del euro no podía sobrevivir
   Su razonamiento era sencillo: los ancianos y tacaños alemanes no pueden coexistir bajo el mismo techo con los irlandeses, portugueses griegos y españoles (se olvidó de los italianos). Ahora que la crisis sacude a los mercados mundiales sus reflexiones son de lectura obligada en la Casa Blanca. Pero lamentablemente al igual que les sucede a los grandes profetas Edward Hugh adivina las tragedias mundiales pero no las que se ciernen sobre su cabeza. Hasta el punto de que tuvo que pedir dinero prestado para comprarse ropa. Pero esta es otra historia o tal vez el    testimonio de que la crisis a todos nos deja en cueros.