martes, 27 de abril de 2010

Las canas del desencanto

Hoy los periódicos cuentan que hay más de un millón de españoles de 45 años en paro. Como es habitual dan un perfil simple y anodino. No entran al trapo de la realidad. Otros sí lo hacen. Lean estas reflexiones:

 “No te sientas culpable. ¡Permanece en pie!”, es el consejo que ofrece Jean-Louis Cianni, ex parado, autor de ‘La filosofía, un remedio contra el paro’. Pero transitar este camino lleno de espinas no es fácil. Y así lo reconoce. “Primero sientes que eres un muerto social: ya no eres nada para nadie, y acabas por no serlo ni para ti mismo. Y de ahí derivan una serie de males conductuales, psíquicos y hasta físicos”, rememora. A los 49 años se encontró sin trabajo, con tres hijos, esposa con empleo a tiempo parcial y quince años de hipoteca por pagar. Era su primera vez en dique seco. Todos los males fueron aflorando: achaques físicos, frustración, depresión, soledad... Jean-Louis recuerda esas horas desesperantes como una experiencia que lo paralizó como si un escorpión le hubiera clavado el aguijón mortal. “Me hundo en mi sillón y me entrego a mi inactividad”. Excluido de la sociedad le invadió el sentimiento de no ser nada.


Se ve protagonista de un drama que los demás ignoran, una postura que agrava todavía más su aislamiento. Expulsado de un cargo en el que se sentía útil, se enfrenta al espejo y tiene la sensación de no servir para nada y para nadie. Siempre a la defensiva y con los nervios a flor de piel, la culpabilidad se va acentuando.

“El parado sufre mucho, se convierte en un naufrago cuando no encuentra apoyo emocional y social en los demás y estamos obligados a prestarle ayuda”, sostiene el psiquiatra Alonso-Fernández. Aunque la pérdida de la autoestima y la depresión acosan al parado este tiene que dejar de lamentarse y echar balones fuera. Expertos y manuales de autoayuda (no todos son frívolos y superficiales) coinciden en que la fe en uno mismo y en sus posibilidades es lo primero con que tiene que contar un parado. Cada cual debe escoger en qué se apoya para dar el salto.