miércoles, 15 de septiembre de 2010

Paro letal

El paro prolongado reduce la esperanza de vida hasta en un año y medio. Esta es una de las conclusiones del informe elaborado por el FMI y la OIT para la Conferencia sobre Empleo y Crecimiento celebrada en Oslo,el pasado lunes). Recojo el titular de La Vanguardia (13/09/2010).


   Aunque no guste y se oculte, lo que ahora certifican los dos organismos internacionales está constatado por informes rigurosos.

   España registró niveles elevadísimos de paro a comienzos de los años 90, aunque no hay datos de las consecuencias mortales (suicidios contabilizados) porque no se hicieron estudios de carácter científico o estos se guardaron bajo siete llaves. “Seguro que en España hay casos de suicidios por el trabajo, pero ni se conocen", sostiene Adrián González, subdirector de Prevención de Riesgos Laborales de la Inspección de Trabajo. En España los suicidios atribuidos al desempleo han sido prácticamente  silenciados – el tabú aún es muy fuerte en una sociedad que se resiste a mencionar los casos de suicidio para que no se contagien y se suiciden a su vez personas al borde del precipicio- lo que ha provocado que en ocasiones hayan pasado a formar parte de la imaginería popular.


   Ante la falta de datos elocuentes se ha tejido una leyenda negra que ‘apadrina’ suicidios a la falta de trabajo cuando no se encuentra explicación lógica a determinadas muertes. De algunos conductores fallecidos en accidente se ha dicho que pasaban problemas laborales; de aquél hombre encontrado muerto por un coma etílico se presumía su expulsión del mercado de trabajo; de aquella joven fallecida por sobredosis se aventura que se echó en brazos de la droga cuando se quedó sin horizonte laboral. Un día pregunté a un amigo por un fotógrafo y me comentó que lo habían encontrado en su domicilio, colgado. Era víctima de una regulación de empleo, rondaba los 50 y la depresión había hecho mella en su ánimo. ¿Otro caso para la imaginería popular?


   En los Estados Unidos, durante la depresión del 29, los ricos se arrojaban desde las azoteas, la clase media abría la espita del gas, los pobres morían de inanición. Setenta años después hay ciudadanos que ponen fin a su vida al quedarse sin trabajo y pérdida la esperanza de encontrar otro. Hay españoles que llegan al suicidio después de quedarse en el paro o mueren de tristeza (“morirán enloquecidos y lentamente”, profetiza el periodista Tom Burns) después de ser prejubilados. Siete trabajadores de Sintel, la antigua filial de Telefónica, se suicidaron (otros siete murieron de infarto) ante el incierto futuro laboral. De estos suicidios nunca transcendieron detalles.


   Varios profesionales españoles (desde profesores a médicos y enfermeras), coinciden en subrayar en un artículo en la revista Cuidados la relación existente entre las conductas suicidas y el desempleo. Pero muy cautos se cuidan en matizar que el riesgo atribuible al suicidio es sólo del 7,3 por ciento; es decir, vienen a sugerir para nuestra tranquilidad que la situación de desempleo contribuye en una pequeña medida al desencadenamiento del acto suicida.