domingo, 25 de marzo de 2012

Es muy fácil pillarle los dedos al Rey



   Para tapar una mancha la solución no es blanquear toda la pared. Al final resulta un esfuerzo ímprobo pues aquella vuelve a aparecer. Ensalzar la figura del Rey y convertirle en el conciliador de todas las afrentas contra España es un juego tremendamente peligroso y por lo que se ve adictivo para los que tiran con pólvora ajena.

   Don Juan Carlos no es superman ni pretende serlo, por tanto no puede ser el mediador entre los sindicatos y el Gobierno para evitar una huelga general (un empeño baldío), no puede ser el mediador entre la presidenta de Argentina y Repsol para evitar una confiscación (un fracaso sonoro), no puede ser el artífice de que consigan contratos millonarios para levantar el país (el AVE a la Meca), no puede ser quien diga a los empresarios que han de crear empleo.

   Convertir al Rey en un conseguidor es hacerle un flaco favor a la Corona. Pero cuando manda la prepotencia: “Majestad, los medios de comunicación pronto estarán a sus pies”, no se vislumbra que se le empuja al borde del precipicio. Los españoles no son tontos y desconfían cuando después de treinta/cuarenta años se les abren las puertas de la Zarzuela en un dominical y se les trata de convencer que es una casa más: abierta, sencilla y con los problemas cotidianos que a todos nos aquejan en el día a día.

   Los muñidores de la figura de un Rey hacedor se equivocan de medio a medio. Le hacen perder su simpatía natural y encanto, algo innegable. Pero eso no le incapacita para rendir cuentas de su gestión.

   Corifeos no le faltan ni le faltarán a Su Majestad, ni periodistas sobrecogidos, ni encantadores de serpientes. Entre todos los de esta especie acabarán incendiando la corona que pretenden defender.