sábado, 16 de octubre de 2010

¿Los tenemos cuadrados?

   Es la pregunta que no dejan de hacerse muchos españoles. Cuando hoy los periódicos subrayan las protestas en Francia - "Estamos aquí porque no queremos vivir peor que nuestros padres", testimonio que recoge El País- vale preguntarse ¿en qué país vivimos?


   Razones para el descontento hay 10x100x1000 como señalaba en http://queunperiodico.blogspot.com/2010/09/razones-para-el-descontento.html
Y en agosto pasado recogíamos los felices que parecen los españoles con la que está cayendo en http://queunperiodico.blogspot.com/2010/08/un-sordo-malestar.html

   Y los expertos han opinado hasta la saciedad sobre el estallido que viene: “La revuelta de la desigualdad sacude al mundo entero: de Moscú a Helsinki, de Londres a Washington y de Berlín a Buenos Aires. En Internet encontramos páginas que invitan a quemar o a colgar a los banqueros. Y probablemente esto sólo acaba de empezar”, advierte el sociólogo Ulrich Beck. (El País 4/05/09). Desde hace unos años algunos columnistas vienen avisando sobre la posibilidad de que se produzca una violenta explosión popular. “La indulgencia con el presidente Zapatero que demuestra la sociedad española no debería despistarnos sobre el sordo malestar que bulle de forma latente y que amenaza con emerger a la superficie.¿Por qué no provoca más protestas la aceleración de la crisis económica, con su masiva destrucción de empleo? ¿Cómo logra evitar Zapatero el temible estallido de la conflictividad social?” se preguntaba otro sociólogo, Enrique Gil Calvo (El País 2/02/08). Y aventuraba: “A medio plazo, el malestar social causado por la burbuja del desempleo expansivo ya no se podrá contener, y lo más probable es que empiece a aflorar en forma de protestas sociales, conflictos interculturales y convocatoria de huelgas generales o salvajes según el reciente ejemplo francés. ¿Qué es lo que hoy retiene su abierto estallido?” Gil Calvo daba esta explicación: “Cabe imaginar que una posible razón es la actual composición social del desempleo, que hasta ahora se concentra sobre todo en los cinco millones de inmigrantes atraídos por el boom español del ladrillo. Unos contingentes de inmigrados que, a causa de su exclusión social, no tienen capacidad organizativa ni recursos para movilizarse, por lo que difícilmente iniciarán protestas ni crearán conflictos. Pero en cuanto el desempleo se extienda a los trabajadores autóctonos, y sobre todo a las clases medias profesionales, entonces el malestar estallará y se traducirá en abiertos conflictos que podrían generalizarse. Y hay indicios de que ese malestar social de clase media ya está entre nosotros, por latente y sorda que de momento sea su manifestación.”

   “Resistirse a lo que nos oprime, parece, en principio al menos, un movimiento connatural, biológico, fundado en la necesidad animal de moverse libremente y sin ataduras impuestas dentro del hábitat donde nuestros cuerpos han de buscar nutrientes imprescindibles para su supervivencia y reproducción, y donde nuestras facultades son terreno propicio para la dignidad y la autoestima”, sostiene el editor Constantino Bértolo. Pero la resistencia ante la injusticia social tiene dos extremos claros: violencia o resignación; en medio bullen las protestas y los conflictos. Y aquí la imagen que tenemos es la de la gallina mientras los franceses corren ante la policía.