Hubo una época en Grecia en que los mendigos
eran todos forasteros. Ahora los griegos en su mayoría caminan hacia la
indigencia.
“Los
habitantes de Zante son un pueblo especialmente trabajador, un pueblo honrado
que vive cómodamente, pues hay mucho trabajo y los mendigos son todos
forasteros…”. Zante era en 1806 la isla más rica de las siete islas del
estado y así lo testimoniaba Nicholas Biddle, un oficial de marina
norteamericano. Su sobrino de igual nombre y apellido llegó a presidir el
segundo mayor banco de los Estados Unidos.
Durante los siglos XVII, XVIII y XIX esta
cuna de la civilización europea padeció el saqueo de sus tesoros arqueológicos.
En pleno siglo XXI Grecia sufre un saqueo aún más doloroso: el robo del pan y
trabajo a las clases medias y humildes.
-
¿Cómo se
declaran ustedes?
-
No culpables,
señoría.
- Les condeno a
pagar durante toda su vida, la de sus hijos y sus nietos la deuda acumulada.
- Ustedes no han
hecho los deberes- añadió pomposamente el economista pedante mientras el asesor de comunicación (autor de frase tan
afortunada) asentía sonriente.
Ya
en la obra Esquilo de Orestes, Lucrecio cuenta haber visto “corazones
apesadumbrados en todos los hogares; acosada por incesantes remordimientos, la
mente era incapaz de aliviarse y se veía forzada a desahogarse mediante
lamentaciones recalcitrantes” Ayer mismo en Telemadrid una griega confesaba
desafiante mirando fijamente a la cámara: “Nunca pagaremos la deuda, que lo
sepa toda Europa”. Las lamentaciones de los no culpables son continuas. Lo malo
es cuando aparecen análisis simplistas de reputados expertos como Andrei
Shleifer, catedrático de Economía en Harvard; quien llega a afirmar que la
actitud de Grecia es como la de “un niño al que se le deja de
repente la Visa
de papá y se va por la ciudad de compras: evidentemente todos quieren venderle
algo”
Tampoco son buenos los reportajes que insisten
en remachar los clavos del ataúd para que no haya escapatoria, como el que
sigue
“Cuesta encontrar a
un griego que no vea una mano oculta detrás de la catástrofe, y aún más a
optimistas que crean en el milagro de la recuperación: con una deuda de 340.000
millones de euros, hasta los bebés recién nacidos deben 30.000 euros por cuna”.
Como Irene, funcionaria, votante del Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok,
en el Gobierno) y con un hijo de 18 años que le dice: "No tengo sueños, no
tengo futuro. ¿Cómo voy a vivir así?". Y la redactora de El País da la tercera en la frente: “Un país en ruinas. Mucho nihilismo, apenas disimulado por la
fuerza inerte de la masa. El pesimismo de los griegos es mucho más que un
ataque de indignación. Es el mismo sistema el que hace aguas”.
Desde la agencia rusa
de noticias Ria Novosti no miden la desigualdad, hasta el punto de que hablan
de los errores cometidos por el
griego de a pie, que está al borde de la bancarrota, “no tienen la menor intención de pagar ni por errores propios (que sí
que los hubo) ni por los ajenos (que eran mucho más numerosos que los propios…”
o se puede ir a
para ver las razones de la
protesta
Con los datos en la mano un
experto muy valorado llega en un diario económico a esta desoladora conclusión:
“La sociedad griega debe asumir que ha vivido a crédito
durante una década y el crédito se ha acabado. Solo hay dos opciones: o el
proceso de desendeudamiento es ordenado y con el apoyo financiero de sus socios
o es desordenado, como en Argentina en 2001 o en Islandia en 2009. Los griegos
piensan que han tocado fondo pero aún pueden escarbar. Grecia sigue teniendo un
déficit por cuenta corriente próximo al 10% de su PIB. Si optan por el camino
desordenado su consumo privado aún tiene margen para alcanzar el desplome del
25% que tuvo en Islandia. Eso significa más paro y más pobreza, incluso
extrema, falta de medicamentos, etc. Que la alternativa a Papandreu sea un
político que estaba en el Gobierno que ocultó las cifras en 2007 indica que los
griegos aún no han entendido nada”.
Se puede leer en
Se puede leer en
El mensaje machacón de los medios
insiste en culpabilizar a los pobres ciudadanos, un ejemplo es el que sigue: “En última instancia, la experiencia griega muestra el
carácter inviable de pretender vivir eternamente por encima de las posibilidades recurriendo al dinero
ajeno”. La culpa no es de los mercados sostiene
este experto que ejerce a pecho descubierto de abogado del diablo:
¿Culpables? los depredadores (no
hace falta nombrarlos) y aquél gabinete griego que maquilló las cuentas.
¿Víctimas?: el pueblo llano.
Como argumenta Vicenç Navarro
“Este endeudamiento del
estado griego es beneficioso para los bancos y también para los ricos que no pagan
impuestos, forzando al estado a endeudarse aún más. Pero es también beneficioso
para los ricos y para los bancos extranjeros, pues el estado se siente en la
necesidad de privatizar sus propiedades (a unos precios irrisorios) con lo cual
vemos una enorme demanda de euros por parte de bancos de inversión para comprar
tales propiedades”.
La historia se repite. Si el rapto de Paris de la bella Helena prendió
fuego a Europa y Asia, el expolio de los ahorros de la clase media y su empobrecimiento
ha avivado de nuevo las llamas…