Donde antes había unas relaciones cordiales,
empiezan a producirse fuertes encontronazos entre padres, hijos, abuelos…Y en
medio siempre estará el desempleado, una bolsa de nervios a punto de
estallar. Un parado madrileño, I.S. lo
reflejaba así en la carta dirigida a un gratuito
madrileño: “Yo era el padre de una
familia normal, con tres hijos, el mismo trabajo después de 26 años de
antigüedad y el piso pagado. A los 50 años me quedé sin trabajo. Mi mujer
empezó a desenterrar problemas, algunos de 12 años atrás. Yo hacía todo lo
posible por solucionar lo que estaba a mi alcance, pero sólo me estrellaba
contra un NO permanente de mi mujer. De pronto supe que estaba consultando un
abogado y preparando la separación. Ahora formo parte de otro hogar roto con
tres hijos sin rumbo fijo y algo desequilibrados…” Una dramática confesión
en la que se refleja el infierno vivido junto a sus familiares y en la que deja
entrever la urgente necesidad de asistencia psicológica.
Este padre frustrado es un ejemplo del nivel
más suave que padece un parado…
Las formas de reaccionar en una situación
límite son diferentes y en las mismas influye mucho la cultura y educación de
cada país. Mientras en España se lleva la protesta a la calle –con más de mil
concentraciones contabilizadas en 2009- en Francia más drásticos optaron ese año por
el secuestro temporal de empresarios. Los trabajadores de la multinacional
japonesa Sony en Pontox-sur-l'Adour (suroeste de Francia) retuvieron durante
toda una noche al presidente y director general de la empresa, Serge Foucher,
descontentos con el importe de las indemnizaciones por el cierre de la fábrica.
Ese mismo día, el director de la fábrica de la multinacional alemana
Continental en Clairoix (norte de Francia), Louis Forzy, salió corriendo ante
los insultos y la lluvia de huevos que le lanzaron los trabajadores, ante
quienes justificaba el cierre de la planta. Son dos ejemplos de que la crisis
radicaliza los conflictos sociales, pese a que Francia resiste mejor que sus
vecinos. "Hacía 18 meses que manteníamos una lucha pacífica y que esperábamos
respuestas a nuestras preguntas, pero hemos tenido la impresión de que se reían
de nosotros. Entonces, hemos decidido no dejar salir al patrón", declaró
un empleado de la planta de Sony a Le Journal du Dimanche.
Cuatro directivos de la firma Scapa fueron
retenidos por los trabajadores desde el martes por la noche hasta el mediodía
del miércoles en el cuarto episodio similar que se produce en las últimas
semanas en Francia. Antes, fueron secuestrados el presidente de Sony Francia en
las Landas, el máximo dirigente de 3M en Pithiviers (sur de París) y cuatro
ejecutivos de Caterpillar en Grenoble. La proliferación de estas acciones ha
levantado una viva polémica en Francia después de que la excandidata
presidencial del Partido Socialista (PS) Ségolène Royal declarara que, aun
siendo ilegales, permitían a los asalariados, “debilitados, pisoteados y
despreciados”, hacerse oír. Royal fue secundada por la primera secretaria del
PS, Martine Aubry .“En ningún caso las violencias que atentan a la libertad de
circulación de las personas pueden ser justificadas, pero hay momentos en que
la violencia social, la brutalidad, explican que se llegue a esto”, dijo Aubry.
Un sondeo de urgencia realizado a raíz de estos conflictos por Le Parisien, arroja
un dato revelador: el 55% de los franceses justifican a los trabajadores que retienen
a empresarios. Y de los secuestros de
patronos a las amenazas. Los 366 trabajadores de New Fabris, compañía
fabricante de piezas de automóvil, situada al noroeste de Francia, amenazaron con
volar la fábrica si no se les indemnizaba. “Hay fenómenos de revuelta que no
habíamos visto desde hace una treintena de años”, confesaba Bernard Vivier,
director del Instituto Superior del Trabajo.
En el país vecino ha cobrado auge el ‘Movimiento
de Parados y Precarios en Lucha’. Su método es simple: se citan un grupo en un
supermercado grande (preferiblemente en hora punta, lleno de gente). Abarrotan
los carritos o las cestas de productos básicos y a la hora de pagar acuden en
masa a las cajeras y se niegan a soltar un euro. Discuten con el gerente del
establecimiento, argumentan que la comida no es para ellos, sino para grupos de
parados o de personas sin recursos. Mientras tanto, paralizan la cola, con lo
que la clientela que aguarda se impacienta (y el gerente más, que ve peligrar
el negocio). Al final, les dejan ir con el producto gratis para no complicar
las cosas, sin llamar a la policía. En París ocurrió el día de nochevieja, en
el Monoprix del Fauburg Saint-Honoré. Fue el golpe más audaz. Se citaron una
cincuentena de activistas. Llenaron 13 carritos de bolsas de arroz, de botellas
de aceite, de leche, latas de atún y de tomate; pero también de foie-gras, de
salmón ahumado y de botellas de champán, productos típicos de cualquier cena de
Nochevieja en Francia. Después se presentaron de golpe todos en la zona de las
cajas y las bloquearon al negarse a pagar. Discutieron con el encargado y los
empleados durante unos minutos. Todo duró media hora. “Las campañas de
movilización por los derechos sociales ya no funcionan, y por eso hay que
buscar formas de solidaridad más concretas, sobre todo ahora con la crisis y la
degeneración de las condiciones de vida y de trabajo”, explicaba al periódico
Libération uno de los participantes. Algunos los han bautizado como los ‘Robin
Hood de los supermercados’.
En España la crisis ha propiciado un nuevo
tipo de robos que llevan a cabo aquellos que tienen problemas para poder comer.
Este tipo de robos se han denominado 'hurtos famélicos', en acepción de El
Correo Español- El Pueblo Vasco...
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