miércoles, 2 de marzo de 2011

¿Qué es un parado?

   El parado es visto como un apestado por la sociedad. Muchos ciudadanos siguen viendo un parásito que vive del trabajo de los demás. De ahí que el parado deba afrontar con valentía la percepción que los demás tienen sobre su persona, soportar insinuaciones del estilo de “no trabaja porque no quiere”. Pero el parado también debe reflexionar a fondo sobre quien es el culpable de su dramática situación. Lo más fácil es culpar a los demás: al Gobierno, a la oposición, a los empresarios, a la banca, a los especuladores, a los sindicatos… ¿Y qué parte de culpa tengo yo?, debe preguntarse.

   “La gente le dará vueltas y vueltas a las circunstancias inmediatas en las que está atrapada, consciente de que es necesario hacer algo aunque no haga nada”, afirma Richard Sennett, profesor de Humanidades y Sociología en ‘La corrosión del carácter’. “No llegar nunca a ninguna parte, volver siempre a empezar de cero, en todos estos estados emocionales el tiempo parece estancarse y la persona en ese atolladero se vuelve prisionera del presente”. Y así es como se ve el parado. Como un pez dando las últimas boqueadas en la pecera divisando una mano en la superficie que duda en ayudarle; viviendo un disco rayado, dando vueltas siempre en el mismo surco, o atrapado en unas escaleras mecánicas que suben o bajan y de las que no se puede apear.
   El parado se encuentra prisionero de sus neuras y metido en un laberinto del que no sabe como salir. El parado –qué remedio- se acostumbra a vivir en la ansiedad permanente y a estar cercado por la impotencia. Se cree imposibilitado de hacer algo tangible, real que el devuelva a la senda del trabajo. Vive de sueños y promesas. Libra una carrera contra el tiempo y, a simple vista, tiene todas las de perder.
¿Quién se convierte en parado?
   Se argumenta de manera frívola y superficial que el que está en el paro o es un tonto, o un pícaro o un vago. Pero nadie está libre de entrar en este tenebroso Club. Tontos y listos, guapos y feos, altos y bajos, gordos y delgados, jóvenes, mujeres, discapacitados, emigrantes, viejos…
   El ‘síndrome del parado’ investigado desde hace más de una década por prestigiosos especialistas en España, -aunque el primer estudio sobre las consecuencias psicológicas del desempleo se realizó en los años treinta en los Estados Unidos, tras la Gran Depresión- genera enfermedades mentales, ludopatía y alcoholismo. Este síndrome son propensos a padecerlo quienes estando preparados para desempeñar un trabajo digno, son rechazados una y otra vez, lo que suscita en estos individuos una reacción de angustia, depresión y tristeza. La angustia se manifiesta en forma de úlcera de estómago, dolores abdominales, asma e insuficiencia coronaria, palpitaciones, mareos y dolor de cabeza. La depresión le invade con una tristeza persistente y mina su persona, empujándole en ocasiones a incubar tendencias suicidas y a llevar a cabo el mismo suicidio.