sábado, 3 de marzo de 2012

Contra la pared

Oscurecido el cielo, los colegiales de las seis pasaban puntualmente a su lado con andares varoniles. Les delataban sus orejas coloradas y sus risas nerviosas hasta el paroxismo.
 El más bromista va haciéndose el gallito, la mano en la entrepierna, los ojos brillantes.


 Yasmin le ignora. Sus bellos ojos están fijos en sus relucientes carteras. El tacón afilado se apoya indolente en la pared. Su rostro, bonito y reluciente de maquillaje, les observa bajo la tenue luz de la farola encendida en invierno. Con la pierna doblada deja juguetear la minifalda sobre los muslos hasta que una inesperada ráfaga de aire provoca una carcajada colectiva en los colegiales.
   Cuando se pierde por la esquina el último, de andar patoso, la reluciente cartera a la espalda, Yasmin humea el aire con un extra largo. Luego sonríe al escuchar unos pasos y baja el tacón de la pared. Es un sacerdote que se dirige a la iglesia cercana. Contrariada se muerde los labios.
   El frío retrepa por su espalda cobriza y lustrosa. Tamborilea con los pies en el suelo y se frota las manos enrojecidas mientras la luna asoma en cuarto creciente. Pinza las medias con los finos dedos, se las alisa y estira la minifalda. El colegial bromista asoma la cabeza por la esquina y le chista. Yasmin le saca la lengua. Tímidamente se acerca hasta ella.
-      -  ¿Qué andas buscando? Eres muy pequeño para estar aquí.

-       - Me gustas mucho y me quiero casar contigo- le dice, las orejas a punto de enrojecer.
-       - Ya lo sé. Pero no vas a tentarme aunque seas tan guapo.
-      -  No puedo dejar de pensar en ti. Mira mi anillo de compromiso.
-       Me halagas. Cuando termines el último curso seguiré aquí, esperándote. Entonces, ya veremos…