domingo, 4 de septiembre de 2011

Estado de ánimo


   Hace dos años largos renunció como vicepresidente de Economía del Gobierno de España un político cuyo estado de ánimo en los últimos meses era un fiel reflejo de la situación del país. Su voz desfallecida, la respiración dificultosa, era el espejo en el que se miraban millones de españoles. Cada vez que abría la boca mataba la esperanza. Valga esta afirmación: “La crisis subprime (como se conoce a las hipotecas basura de Estados Unidos) tendrá un efecto relativamente pequeño en España”. Este hoy ex vicepresidente, llamado Pedro Solbes, y encargado de dirigir la economía española sólo cometió un error: calificar como suave desaceleración lo que cada vez se parecía más en España a la Gran Depresión de los años treinta de los Estados Unidos. Este lamentable error de apreciación desde entonces trae a centenares de miles de españoles, y a sus familias, por la calle de la amargura.
 “La economía no es sólo dinero, es un estado de ánimo” respondió el presidente Zapatero en “Tengo una pregunta para usted”, un popular programa de televisión española. Fue el 26 de enero de 2009. Desde entonces el estado de ánimo de los españoles, medido en términos psicológicos ha caído en picado.
   La crisis tiene un efecto amplificador que llega a todos los rincones de la sociedad. Se habla constantemente del tema en los bares, en la calle, con los amigos, en las tertulias de radio y televisión. Un miedo irracional se ha instalado en la sociedad. El consumo de tranquilizantes y ansiolíticos es muy elevado en España y crece anualmente. La crisis tendrá más impacto entre los hombres que entre las mujeres. “Los hombres tienen mayores dificultades para adaptarse”, asegura Juan José López-Ibor, catedrático y director del Instituto de Psiquiatría. López-Ibor cree que las mujeres “en contra de lo que se pensaba, están mejor preparadas para hacer frente a grandes cambios sociales que sean muy estresantes”. “Ante una situación de pánico, el hombre vive como una ruina no ser capaz de dar la talla, no poder alimentar a su familia. Afronta una circunstancia extrema de manera diferente a la mujer y ve más destruida su estructura personal. El hombre es más narcisista y la mujer está más pegada a la tierra”, explica López-Ibor.