jueves, 14 de abril de 2011

Todos felices en 2021


   El impulsor de la psicología positivista y profesor en la Universidad de Pensilvania, Martin Seligman, ha insistido durante su visita a España en ayudar a las personas a ser felices. 

Pero Seligman confiesa que no le gusta hablar de la felicidad en bruto: "un término engañoso que no se puede medir. Es mejor descomponer la felicidad en elementos para poder cuantificarlos y estudiarlos científicamente". Seligman durante su estancia en Madrid fragmentó la felicidad en emociones positivas, sintonia con el entorno, pertenencia a un grupo, altruismo, logros obtenidos… "Se puede aprender a ser feliz, pero hay que practicar. Que en 2021 el 51% de la población sea feliz”, fue su deseo.

   En esta búsqueda de la felicidad el norteamericano puso como ejemplo la iniciativa liderada por el primer ministro inglés, el conservador David Cameron, que quiere medir y mejorar el bienestar en Inglaterra. Pero antes que Cameron descubrimos un pequeño país en el mundo que pretende calcular la Felicidad Interna Bruta de sus habitantes en relación con el PIB (Producto Interior Bruto). Ese país es Bután, un pequeño reino budista del Himalaya, encajado entre dos gigantes, China y La India. El honorable Lyonchhen Jigme Thinley, Primer Ministro de Bután fue la estrella invitada del I Congreso Internacional de la Felicidad, celebrado en Madrid. La palabra happiness brotaba de los labios del honorable Lyonchhen como una flor. En el encuentro con el auditorio no se cansó de repartir felicidad a manos llenas. Pero a la felicidad no se la puede poner puertas, recluirla en espacios, aunque sean reinos. Los 700.000 habitantes de Bután colmados de felicidad serían insoportables. 

   En sus Diálogos, casi al principio de los tiempos, Séneca se preguntaba que es lo que hace feliz una vida y concluía que una vida feliz es la que va de acuerdo con la propia naturaleza. La felicidad es tan huidiza que el psiquiatra español Luis Rojas Marco, con despacho en Nueva York, afirma: “unos esconden su dicha para no sentir remordimiento ante los desventurados o para no despertar envidia, y otros se la callan por miedo a romper el buen conjuro y atraer la mala suerte”. El famoso Daniel Goleman apunta en su best-seller Inteligencia Emocional como uno de los principales cambios biológicos producidos por la felicidad consiste “en el aumento en la actividad de un centro cerebral que se encarga de inhibir los sentimientos negativos y de aquietar los estados que generan preocupación, al mismo tiempo que aumenta el caudal de energía disponible”. En este caso no hay un cambio fisiológico especial salvo, quizás, una sensación de tranquilidad que hace que el cuerpo se recupere más rápidamente de la excitación biológica provocada por las emociones perturbadoras. Esta condición proporciona al cuerpo un reposo, un entusiasmo y una disponibilidad para afrontar cualquier tarea que se esté llevando a cabo y fomentar también, de este modo, la consecución de una amplia variedad de objetivos”.
El citado Seligman apunta como la búsqueda de la felicidad es un derecho legítimo. “Tenemos un rango de felicidad determinado, al igual que sucede con el peso corporal”. En su opinión la verdadera felicidad procede de la identificación y el cultivo de las fortalezas más importantes de la persona y de su uso cotidiano en el trabajo, el amor, el ocio y la educación de los hijos. Por cada 100 artículos que se publican en el mundo sobre la tristeza solo se publica 1 sobre la felicidad. Rompamos la tendencia. No le abras la puerta a la depresión, el ladrón más conocido de la felicidad.

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