El impulsor de la psicología positivista y profesor en la Universidad de
Pensilvania, Martin Seligman, ha insistido durante su visita a España en ayudar
a las personas a ser felices.
Pero Seligman confiesa que no le gusta hablar de la
felicidad en bruto: "un término engañoso que no se puede medir. Es mejor
descomponer la felicidad en elementos para poder cuantificarlos y estudiarlos
científicamente". Seligman durante su estancia en Madrid fragmentó la
felicidad en emociones positivas, sintonia con el entorno, pertenencia a un
grupo, altruismo, logros obtenidos… "Se puede aprender a ser feliz, pero
hay que practicar. Que en 2021 el 51% de la población sea feliz”, fue su deseo.
En esta búsqueda de la
felicidad el norteamericano puso como ejemplo la iniciativa liderada por el
primer ministro inglés, el conservador David Cameron, que quiere medir y
mejorar el bienestar en Inglaterra. Pero antes que Cameron descubrimos un pequeño país en el mundo que pretende
calcular la Felicidad
Interna Bruta de sus habitantes en relación con el PIB
(Producto Interior Bruto). Ese país es Bután, un pequeño reino budista del
Himalaya, encajado entre dos gigantes, China y La India. El honorable
Lyonchhen Jigme Thinley, Primer Ministro de Bután fue la estrella invitada del
I Congreso Internacional de la
Felicidad , celebrado en Madrid. La palabra happiness brotaba
de los labios del honorable Lyonchhen como una flor. En el encuentro con el
auditorio no se cansó de repartir felicidad a manos llenas. Pero a la felicidad
no se la puede poner puertas, recluirla en espacios, aunque sean reinos. Los
700.000 habitantes de Bután colmados de felicidad serían insoportables.
En sus
Diálogos, casi al principio de los tiempos, Séneca se preguntaba que es lo que
hace feliz una vida y concluía que una vida feliz es la que va de acuerdo con
la propia naturaleza. La felicidad es tan huidiza que el psiquiatra español
Luis Rojas Marco, con despacho en Nueva York, afirma: “unos esconden su dicha
para no sentir remordimiento ante los desventurados o para no despertar
envidia, y otros se la callan por miedo a romper el buen conjuro y atraer la
mala suerte”. El
famoso Daniel Goleman apunta en su best-seller Inteligencia Emocional como uno de los principales cambios
biológicos producidos por la felicidad
consiste “en el aumento en la actividad de un centro cerebral que se encarga de
inhibir los sentimientos negativos y de aquietar los estados que generan
preocupación, al mismo tiempo que aumenta el caudal de energía disponible”. En
este caso no hay un cambio fisiológico especial salvo, quizás, una sensación de
tranquilidad que hace que el cuerpo se recupere más rápidamente de la
excitación biológica provocada por las emociones perturbadoras. Esta condición
proporciona al cuerpo un reposo, un entusiasmo y una disponibilidad para
afrontar cualquier tarea que se esté llevando a cabo y fomentar también, de
este modo, la consecución de una amplia variedad de objetivos”.
El citado Seligman apunta como la búsqueda de la felicidad es un derecho legítimo. “Tenemos un rango de
felicidad determinado, al igual que sucede con el peso corporal”. En su opinión
la verdadera felicidad procede de la identificación y el cultivo de las
fortalezas más importantes de la persona y de su uso cotidiano en el trabajo,
el amor, el ocio y la educación de los hijos. Por cada 100 artículos que se
publican en el mundo sobre la tristeza solo se publica 1 sobre la felicidad.
Rompamos la tendencia. No le abras la puerta a la depresión, el ladrón más conocido de la felicidad.
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