“La
gente joven está desesperanzada, ansiosa y cree en usted; no puede
defraudarlos”, le llegó el mensaje como una suplica. Y no les defraudó. Ernesto
Sabato es el verdadero líder para estos tiempos de crisis.
“Sí,
muchachos, la vida del mundo hay que tomarla como la tarea propia y salir a
defenderla. Es nuestra misión. No cabe pensar que los gobiernos se van a
ocupar. Los gobiernos han olvidado, casi podría decirse que en el mundo entero,
que su fin es promover el bien común.”
Hace
trece años en ‘Antes del fin’ lo dijo alto y claro: "Miles de personas, a pesar de las derrotas y los fracasos, continúan manifestándose, llenando las plazas, decididos a liberar a la verdad de su largo confinamiento." No hay que copiar a los
franceses o pedir ¡Reacciona! cuando el argentino más legendario (casi tanto
como Borges y Cortazar) hizo la llamada angustiosa y clarividente a la que
nadie respondimos.
Y
Sabato tiene más valor que nadie: víctima de sus depresiones que nunca ha
ocultado nos ha dejado la visión de un mundo más limpio. Y sobre todo la
resistencia de una mente poderosa a los contratiempos. Cuando en los cuarenta
abandonó su brillante carrera científica, sus colegas cruelmente sentenciaron:
“Sabato abandona paciencia por el charlatanismo”. Su primera novela que la ha
hecho inmortal ‘El ´tunel’ fue rechazada por todas las editoriales, incluso las
de sus mejores amigos. Sabato fue de los primeros en denunciar como se ha perdido
el valor de la palabra. En España la falta de confianza y credibilidad es
moneda de cambio: nadie cree a nadie.
“Indudablemente,
cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo,
que no podrá hacerlo. Pero su tarea es quizá mayor. Consiste en impedir que el
mundo se deshaga…”
“Cada
mañana, miles de personas reanudan la búsqueda inútil y desesperada de un trabajo. Son los excluidos…”
“Con
que indignación he
visto, en un día de huelga nacional, con despótica soberbia, a la policía
arrojando al suelo la comida que unos obreros preparaban en sus ollas
populares.”
“La
gravedad de la crisis nos afecta social y económicamente. Y es mucho más: los
cielos y la tierra se han enfermado.”
“Recibo
cantidad de cartas de muchachos que se sienten al borde del abismo, no sólo de
nuestro país sino del mundo entero. Los chicos me hablan de sus tristezas.Tenemos
que abrirnos al mundo. No considerar que el desastre está afuera, sino que arde
como una fogata en el propio comedor de nuestras casas. Es la vida y nuestra tierra
las que están en peligro.”
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