Tengo 100
años y la mente más despierta que uno de 18, que como lo sé, no resulta difícil
de explicar, incluso a veces doy caminatas que ni un chaval daría.
¿Cuál es el secreto? Amo la vida podría ser una
respuesta fácil, pero hay algo más. Siento que algo tira de mi constantemente
para que me mantenga a flote, no me deja ratos para pensamientos obsesivos y
eso me ayuda. De no ser porque aviva mi interior ya me habría desmoronado
cuando contaba 17 años.
No oculto
que soy un vencedor y eso me da longevidad. Estoy muy sano por ganar todas las
partidas que la vida me ha deparado. Si fuera un perdedor seguramente estaría
lleno de achaques. Dicen que de los errores también se aprende pero nunca me he
equivocado y eso me da la seguridad de la que presumo. ¡Mira que viejo más
marchoso!, escucho decir a unos maleducados al pasar embutido en mi chándal y
con mi turbante en la frente. Ya quisieran ellos
a mi edad. Lástima que no pueda esperarlos a que cumplan años. Me gustaría verlos
desde el más allá y darme una panzada a reír.
Me pueden
encontrar caminando con paso ligero, casi al trote, por la ciudad. Al menos durante
un par de horas en las que no niego que a ratos resoplo y jadeo. La mente
incansable observa a través de mis ojos pero sobre todo recuerda. No son recuerdos a vuela pluma los que me
vienen. A veces resultan tan espesos que los desecho como la peste. Yo ya no
tengo edad para plantearme el por qué de la existencia, aunque siga siendo
curioso por naturaleza. Para algo estamos aquí, digo yo. No creo que hayamos venido
para convertirnos en polvo y se acabó. O tal vez sí. Que más me da. Muchos han
reflexionado sobre algo tan trascendente y ahora están bajo tierra sin haber
encontrado la respuesta. Yo sigo corriendo...mientras me quede aliento.
No crean que este de la foto (que soy quien les habla) es un montaje. Abajo tienen la prueba:
No hay comentarios:
Publicar un comentario