¿Está
enfermo un país que apenas levanta la voz cuando centenares de miles de
familias se empobrecen y tienen que mendigar para comer?
¿Por
qué no hay respuesta popular cuando hay parados que mueren de tristeza,
depresión o se suicidan dejando atrás una tragedia familiar?
¿A
dónde va un país adormecido que está segando la hierba bajo los pies a las
generaciones futuras?
Tras
el trato de favor dado a los bancos por el Gobierno que contrasta con las miserias
que afloran cada día, la desigualdad es la vara de medir. Y ante injusticias
tan grandes – como los millonarios planes de rescate que no han hecho circular
el crédito con la agilidad necesaria- los expertos creen que la situación no
podrá soportarse por mucho tiempo. Y
por si fuera poco quedarse sin empleo, al ciudadano de a pie se le mete el
miedo en el cuerpo con el lógico y previsible aumento de la criminalidad. La
ceremonia de la confusión está servida.
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